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domingo, 2 de enero de 2011

La Decisión

1

No es fácil contemplar esta ciudad.
Cada objeto se ha vuelto sombra y cada palabra, signo inaccesible a la comprensión o al recuerdo.
Aquí y allá se retuercen senderos de tierra o musgo, cordones rojizos y negruzcos vuelven sobre sus pasos, descienden, se elevan y pierden en un rodeo donde la ciudad termina.
Los edificios emergen de la espesura como árboles y se dividen y prolongan hacia el cielo. Oscilan en peligroso balanceo pero aguantan, la piedra que los conforma resiste.
La piedra, que también da cuerpo al casco macizo y a las edificaciones más bajas, rociadas al ras de la tierra, casi indistinguibles desde lo alto hasta tanto la vista no se acostumbra.
Desde lo alto, situación que permite atravesar el cielo sin obstáculos, hasta el giro del horizonte.
Hay que esforzar la vista para descubrir callejuelas que sucumben frente a los muros.

Sólidos muros con entradas pequeñas, a duras penas talladas sobre la inmensidad de la roca.

Desde el interior: un sonido apagado y gris, apenas separado del silencio.
Los pasillos multiplican recodos y descubren cientos de puertas iguales.
Tantas, que la vista no logra retenerlas para establecer su número.
Tantas que corresponden, en conjunto, a la vivienda de miles de personas.
Tantas, porque detrás de cada una habita un solo individuo.

En toda la ciudad, en cada vivienda, un solo individuo.


2

Ella pasea su cuerpo desnudo.
Cuerpo delgado, aparición que brilla frente a la pequeña ventana,
cuando la luz la alcanza.
Va y viene por el círculo irregular de su vivienda,
camina cerca de las paredes,
roza un hombro contra la roca.

Se asoma una y otra vez a la ventana: el sol ya llegará a su cenit,

ya llegará…

Gira por la habitación vacía, su hogar desde el final de la época de los recuerdos.
Región de días o edades, de voces y rostros que intenta atrapar.

(Caminar, caminar, alcanzar las voces, las miradas, salir, volver atrás)

Cabello negro llovido sobre rostro blanco.
Ojos entrecerrados en la espera.
Permanece así, como al despertar,
(Un jirón de lino, tan liviana y vacía)

No ha comido ni ha bebido en toda la mañana.
Nunca lo hace hasta después de subir.
Un destello la Llama: el sol ya deslumbra la roca.
Corre, cruza los aires por un pasadizo hacia a altura,
llega sin aliento.

Por fin: el sol y ella en lo alto.
Se arquea hacia atrás.
Resplandece bajo el astro.
Se transforma en luz.
(Elipse celeste sobre la ciudad y el mundo)

Ella, los cielos, el abismo.
Mueve las manos despacio sobre su cuerpo.
Los dedos acarician la carne
Asomada a los bordes de la torre,
hunde en el infinito una voz.

Otras veces no lo ha hecho.
Otras veces se ha quedado en silencio.


3

Cientos, miles de puertas.
En todas, alguien detrás.


4

Está gordo, aunque casi no haya alimentos.
Nada entorpece su energía: habla, habla y habla.
Habla con ademanes, habla sin detenerse.

Osí. Osí. Las mujeres balancean sus niños en el parque,
Osí: los pájaros sobrevuelan.
¡Ah! Osí.

Habla solo, aislado, en su vivienda.
Y recuerda.

Osí. Mujeres de ojos rasgados, sonrisas, ¡ah!,
Palabras de labios entreabiertos.
Lo que yo quiero. Osí, osí.
El aroma de sus pieles.
El rabillo de sus ojos.
¡Osí. Osí, osí!

Corre y repite: osí; osí- osí.
Corre y ríe, corre y grita.
Y se enfurece.


5

La noche nunca llega.
Y luego, no se marcha.


6

El juego se desarrolla, siempre y por siempre.
Comenzó como un poblado lleno de luz.
Con el sonido de los niños y la amenaza de las tormentas.
Con trabajo.
Con una casa primera y más.
Con un hombre, una mujer y más.

Pero los años se volvían ciegos.


7

El canto de una sirena.
O el aullido de un lobo.


8

Osí.
Osí quiere un cuerpo.
Osí-osí.
El dolor de un cuerpo entre sus manos.
Un torso que se derrame.
Quiere que se sangre.
Sostenerlo por las costillas.
Sostenerlo por el hueso.
Mujeres blancas,
Piernas-mujeres.
Osí.
Osí-osí


9

Nada surge de la nada.
La ciudad se forjó por decisiones,
ocurrencias, arbitrios, omisiones.
Paso a paso, fue creada.
Con la piedra y un poco la madera.
Con prados y árboles,
pero más la roca.
Lo que encontraron lo reprodujeron.
La piedra y un poco la madera.


10

Ale.
Las desoladas calles asisten a su paso ligero.
A su despreocupado andar, al llamado de sus ojos.

Tuerzo por aquí, sigo por allá.
Mi ciudad, mi gran hogar.

Delgado, la chaqueta vuela sobre su espalda. Va a pequeños saltos, pero ya menos, está cansado. El aire se vuelve fresco, Ale, hora de volver a casa.

Mamá, hermanitos, aquí llego. ¡Ja!, otra vez no me crucé con nadie. ¿La mesa está tendida? Traigo fideos, todavía queda algo en la ciudad abandonada. ¡Já! Siempre habrá algún paquete. ¿Y en esta otra mano? ¡Animalito! ¡A cocinar!! ¡¡A cocinar!! ¡Madre, a lavarlo de sangre, a preparar alimento!




11

El creador.
No fecundó en este lugar una raza que se conquiste a sí misma.
No nació aquí, para la tierra, el destino.
No en este lugar.
No en esta piedra.


12

Vuela lleno de rabia.
Atraviesa las nubes.
Recuerda la ciudad que fue.
Y la recorre.
Luego despierta,
en su habitación de piedra



13

El canto de una sirena
o el aullido de un lobo.
Ella, ya desnuda,
se desnuda en el extremo de la torre.


14

Madre, ¿por qué mirás así a hermano Ale?
Nos trajo animalito.


15

Vivieron hasta los días obscuros.
Hasta el derrumbe del ánima.
Hasta que el cielo desistió.


16

Se sobrevive con poco.
Rudy consigue animales, arranca la carne, la corta en trozos, ya ni se sabe de cuál bicho proviene.
Carne de gato, de pájaro, de rata.
La desgarra, separa un poco para cada uno.
Aunque no comen mucho, no necesitan. Pero él les junta y reparte.
Y consigue agua.
Sale, recorre los restos de la ciudad antigua,
hurga entre plantas, árboles, matas, senderos.
No come ni toma hasta juntar para ellos.
A veces no hay. Entonces macera plantas, ramas, corteza.
Eso cansa las manos, las daña.
La corteza es planta, piensa Rudy. Es madera, es alimento.
Casi siempre va la madera, salvo cuando hay mucha carne
(de gato, de pájaro, de rata).


15

No es fácil absolver a esta tierra.
Mundo de dolor que no mueve,
y sangra sin razón.

Subirán a lo alto de la torre y rasgarán su cuerpo,
proferirán el grito, eclipsarán al sol,
volarán los cielos.
Girarán por siempre en habitáculos de piedra.
Convocarán los recuerdos de la época de los recuerdos.
Arrancarán la vida a débiles y animales.
Comerán rata, gato, pájaro, madera.

Y llegará la hoguera,
donde resuciten y mueran
los que ya habían muerto.

Desollarán la tierra y quedarán sin nada.
Juntarán garras de nubes.
Abrirán surcos de cuerpos en la piedra.
Morirá cada uno.
Y gritarán por la vida
en el final.

¡En el final!

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