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domingo, 2 de enero de 2011

Camperas de cuero

Salimos por Sacalabrini y caminamos hasta Warnes. Vení por acá, loco, me dijo Bily, que hay unas camperas alucinantes. Íbamos medio excitados por las cervezas de hacía un rato y cuando cruzamos casi nos pisa el 15. Es que, donde termina, Scalabrini pega una vueltita que si no te fijás bien te ponen.
-¿Para qué mierda querés una campera de cuero, Bily? Si hace calor te cagás de calor y si hace frío te cagás de frío. Sin contar con que te da un aspecto medio cromado que a los chorros les encantó y fuiste. Te la van a desplumar a la primera salida.
-Gracias por la buena onda, loco. Si hubiera sabido salía siempre a comprar pilcha con vos. ¡Uy, mirá ese Audi! ¡Chauuu, una maza! El loco que lo maneja posta que tiene una campera de cuero, eh, boludo, ¿o no? En campera de cuero van los locos esos.
-Pero a vos te falta el Audi.
Llegamos a la galería superespecífica de cueros “Mi Vaca y Yo”. “Mi Ex-Vaca y Yo” debería llamarse, pensé. Bily al toque estaba encandilado con un sacón de cuero negro brilloso, largo hasta la rodilla, re onda Matrix.
-Vos, flaquito y morocho, con eso vas a parecer un halcón o un agilucho, man.
-Dejá, está rebueno, loco, pero debe valer una bocha.
-Ahí dice que te lo dejan en seis pagos con tarjeta de crédito o en cash. ¿Tarjeta no tenés, no? ¡Qué vas a tener!
-¿Vos tenés? me preguntó con los ojos salidos por la emoción.
-No, ni a palos tengo.
-¡Mirá ahí, una araña!
Tal cual, sigo la dirección del dedo índice de Bily y veo, en la pared del costado de la vidriera, justo al lado del Matrix, subiendo rapidón, una araña pollito de colores. Una puta araña de ocho centímetros por lo menos, sin contar las patas. Gorda y de colores, la muy turra.
-Agg, me dan asco las arañas, nos fuimos de acá, Bily.
La araña ya se paseaba por la solapa del sacón de cuero sin darse por aludida.
-Sí loco, vamos, la verdad que la pollito me sacó de onda.

-¿Cuánto tenías para la campera? –le pregunté ni bien pude sacudirme el cagazo, un par de cuadras más allá.
-Doscientos treinta.
-¿Doscientos treinta? ¿Me estás jodiendo?
-Qué, ¿vos decís que no alcanza? Podía pagarlo en dos veces, si no, les daba la otra parte el mes que viene.
-Mil doscientos ochenta valía esa que te gustó, pelotudo, varias partes más ibas tener que pagar.
-Buéh, tomemos como que la araña fue una señal. No me la compro un carajo.
-Dale. ¿Dos treinta tenés? Vamos a tomarnos otras cervezas.
-O ka, loco, vamos.

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